Revista Valor Contable, Vol. 9, Núm. 1, 2022 (94-114)
ISSN 2410-1052 (impreso)/ISSN 2413-5860 (digital)
una autonomía moral y lo adoctrina a
una moral muy generalista. Por su parte,
el relativismo cultural, como se explicó
anteriormente, implica que cada país,
cultura o tribu, tiene su propio código
moral y su propia costumbre, razón por
el cual, un Código de conducta nacido de
la heteronomía ética, siempre, o casi
siempre, tendrá una renuencia.
Cabe resaltar que, como se mencionó
anteriormente, un Código de Ética
Profesional es elaborado por un
Organismo encargado para tal fin,
aplicando la heteronomía ética. La
heteronomía, que es lo opuesto a la
autonomía, emana del griego heteros,
“otro” y, nomos que representa “ley”. Así
mismo y parafraseando a la Real
Academia Española (2019), una persona
bajo la heteronomía, está sometida a un
dominio ajeno, que le reprime el libre
desarrollo de su naturaleza y en
consecuencia su autonomía, por lo cual,
esta persona vive según reglas que le son
impuestas, las cuales son soportadas
contra su propia voluntad, o incluso con
cierta indiferencia.
Haciendo una analogía entre lo antes
expuesto y la crítica de la moral por parte
de Nietzsche (2005), podemos encontrar
que él consideraba a la moral (de su
época), como algo impuesto que
conducía a la moral del rebaño, o a la
moral del esclavo, que es una moral del
resentimiento o una revalorización de lo
que el amo y su moral valora. En tal
sentido, Nietzsche (2005) consideraba
que la transmutación de los valores se
encargaría de corregir estas
inconsistencias de la moral.
Sin embargo, no hay que negar que la
idea del establecimiento de un Código
de Ética que estandarice el
comportamiento de los profesionales, es
bastante loable, pues se enfoca en el
deber, pero en la práctica, estos códigos
no siempre se cumplen a cabalidad, pues
solo disminuyen la oportunidad de hacer
trampa. En tal sentido, Lehman (2004, P.
59) argumenta que para Taylor un
mundo desencantado refleja una pérdida
moral que trae como consecuencia, una
disminución de la confianza.
Por lo tanto, cuando un contador
público, por cualquier razón, en su
actuación profesional hace que se vea
comprometida de alguna forma su ética,
deja de ser confiable, pues esto implica
que el profesional ha perdido su moral.
Tal como ocurre con las prácticas poco
profesionales, sobre todo en los casos de
Enron (2001) y Worldcom (2002), Tyco
International (2002), Parmalat (2003), y la
firma de Contadores Públicos Arthur
Andersen (2002), han hecho que surjan
dudas sobre las cuestiones éticas en las
prácticas empresariales, dando pie a
Códigos de conducta.
Por su parte, otro aspecto que Gaffikin
y Lindawati (2012, p. 7) abordan, es que
el éxito en la implementación del Código
de Ética Profesional, se logra con la
adhesión de los contadores públicos a
códigos de conducta. Por lo cual, se
evidencia que existe una suerte de
sujeción del individuo (contador público)
a un código de conducta, y tal como
Nietzsche (2005) y Brandes (2008)
argumentan, la sujeción es necesaria,
para lograr el pleno desarrollo, la
pertenencia a sí mismo y, en
consecuencia, el individuo (contador
público), alcanza su identidad ética
propia.